historia

CARBONEROS DE VALVERDE

El carboneo era una de las tareas de nuestros antepasados valverdeños que daban lugar a productos exportables por los pueblos de la comarca; lo mismo sucedía con las mantas de telar, actividad de la que damos cuenta en otro apartado. A lomos de sus caballerías recorrían los pueblos de la sierra vendiendo carbón de encina, que habían quemado en la hornera, o picón de brezo, que preparaban en la olla.

En los años 80, Mariano Chicharro nos contaba cómo se desarrollaba esta actividad, a la que se dedicaban la mayor parte de los vecinos del pueblo.

En tiempos de crisis energética como los que corren, bueno será que recordemos cómo se las arreglaban nuestros abuelos para pasar el invierno y sacar unas pesetas del monte.

Una vez adjudicada una zona del encinar hay que ir cortando durante el invierno los troncos de encina, de un metro aproximadamente. Esto se va haciendo con sosiego, aunque si la faena se arrebata un poco, se entra mejor en calor. En el mes de mayo tiene que estar ya toda la leña para hacer la hornera.

En medio del monte se allana una plazoleta en redondo y se colocan unos troncos formando una cruz sobre el suelo y en el centro uno más largo y gordo, para formar la mona. Sobre ella se van apoyando los demás troncos en posición vertical y luego se va sacando según se van haciendo pisos. Lo normal suelen ser tres pisos y el ruedo de unos tres metros de diámetro.

Después se barda todo de brezos y se va aterrando de abajo arriba, con cuidado para que la tierra no se caiga, hasta que todo quede cubierto de tierra.

Estando todo preparado, y uno dispuesto a pasarse una temporada en el monte, se enciende el palo central por arriba y se hacen unos agujeros en los lados, cada vez más abajo, según vaya bajando la lumbre. Esto lo iremos notando porque cambiará el color del humo que va saliendo por la chimenea central y por las laterales, indicando que a ese nivel ya está hecho el carbón. Al llegar abajo puede haber unos veinte agujeros en total. Cada tarde habrá que atacar el horno por arriba para que no se hunda, lo que nos llevaría a la ruina del negocio.

Por supuesto que a estas alturas cada uno tiene su choza al lado de la pira, donde pasará el día y la noche hasta tener el carbón hecho. Siempre tendremos un puchero con patatas a mano y una buena ración de torreznos; y si llega el caso, y dado que la mitad del pueblo está en el monte en sus chozas correspondientes, se puede hacer una tertulia al caer la tarde.

Acabado de quemar, se tapa todo con tierra, para que no respire más y se espera un par de días para que se vaya enfriando; después se puede empezar a desconchar desde abajo y se va retirando la tierra y sacando los troncos hechos carbón. El suelo suele quemar más de lo que aguantan las albarcas, pero hay que sacarlo todo hasta ver la mona.

Se deja enfriar al aire, cuidando de que no se prenda espontáneamente, porque entonces ya se puede correr si no queremos que se nos consuma en unos minutos. Llegado a este punto el carbón está asegurado y el cuerpo está hecho cisco, así que antes de ir a venderlo lo normal es irse al pueblo a descansar un poco. Además, así el carbón se enfría y se humedece un poco, con lo que se sale ganando en el peso.

En los días siguientes, con la caballería se carga el carbón y se vende a 50 cm o una peseta el kilo. Con un poco de suerte, de un horno grande se pueden sacar unas tres mil pesetas de las de los años cincuenta.

Queda para otra ocasión el modo y manera de hacer carbón de brezo.

(Publicado en Carta del Pueblo. Abril de 1984)
Autores: Mariano Chicharro y José Mª Alonso
Fotografías de D. Pedro Blanco, sacerdote en Valverde en los años 50